El rugby abraza la diversidad: “Es el deporte donde encajan los que no encajan”

Deporte e inclusión

Con más de 20.000 licencias federativas en categorías formativas – un 65% del total -, en el rugby es común encontrar jugadores con neurodivergencias como TDAH o trastorno del espectro autista (TEA)

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En el rugby es común encontrar jugadores con neurodivergencias, como TDAH o trastorno del espectro autista (TEA)

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A simple vista, una melé, una de las jugadas más icónicas del rugby, puede parecer un caos de cuerpos entrelazados sin sentido. Sin embargo, al observar con detalle, uno se da cuenta de que esa maraña de extremidades, cabezas y torsos funciona como una sólida máquina humana, en la que todas las piezas encajan a la perfección. Se trata de abrazo colectivo en el que no sobra ni falta nadie. Y en el que cada jugador, en la medida de sus posibilidades, contribuye con su esfuerzo a un objetivo común: hacerse con el balón. Tal vez por eso, el rugby, un deporte en el que cada integrante desempeña un rol clave dentro del equipo de acuerdo a sus características individuales, y en el que la diversidad se convierte en fortaleza, es uno de los más inclusivos, especialmente durante las etapas formativas.

“En el rugby hay sitio para todos”, asegura Rodrigo, que tiene 10 años y juega en el Club de Rugby Sant Cugat (CRSC), uno de los equipos catalanes con más solera a nivel formativo. “Pueden jugar altos, bajos, grandotes, flaquitos, chicas, chicos…, aunque parezca un deporte un poco bruto”, afirma el joven, que padece de espina bífida, sin que ello le impida disfrutar del juego ni sentirse uno más dentro del equipo. “El rugby no sólo le ha enseñado a mi hijo a gestionar la frustración que le causan las limitaciones de su cuerpo y a enfocarse en mejorar aquello que está a su alcance”, explica Laura, su madre, “sino que también le ha aportado normalidad a nivel emocional y social, porque le ha dado un grupo del que siente que forma parte, sin distinciones de ningún tipo”.

En el rugby hay sitio para todos: altos, bajos, grandotes, flaquitos, chicas, chicos…, aunque parezca un deporte un poco bruto

Rodrigo(10)
CRSC

Rodrigo(10 años), tiene espina bífida y juega en el Club de Rugby Sant Cugat

CRSC

Este deporte, con más de 20.000 licencias federativas en categorías formativas – un 65% del total -, no sólo integra desde lo físico. En casi cualquier cantera es común encontrar jugadores con neurodivergencias, como TDAH o trastorno del espectro autista (TEA), quienes también se benefician de su práctica. “El rugby me ha salvado un poco la vida”, sonríe Aarón, de 15 años, con diagnóstico de TADH asociado a otros trastornos de conducta. “Soy una persona muy impulsiva, y los entrenamientos y partidos me ayudan a canalizar la energía y agresividad”, asegura el adolescente, que juega en la Unió Esportiva Santboiana (UES), entidad pionera del rugby en nuestro país y referente en formación. “En clase me cuesta estar tranquilo, pero desde que juego al rugby soy más disciplinado y relajado”, admite el joven, que había probado, sin éxito, otros deportes anteriormente y, sin embargo, hoy es uno de los jugadores más destacados de su equipo.

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“El rugby es el deporte donde encajan los que no encajan”, explica Dani López, director técnico del CRSC. “Es exigente físicamente, pero muy amable socialmente, sobre todo en edades tempranas, cuando aún no es tan competitivo”, detalla el técnico. “A nivel escolar, nuestro hijo nunca se ha sentido demasiado integrado”, explica Silvia, madre de un jugador con TEA, también en la cantera de la UES desde hace tres años. “Formar parte de un colectivo en el que nadie le juzga, donde ha hecho amigos y se siente uno más, le ha dado mucha seguridad”, afirma. “Jamás voy a olvidar su cara de absoluta felicidad tras los primeros entrenamientos”, añade la mamá, quien explica que el muchacho está tan integrado que, salvo los entrenadores, ni siquiera sus propios compañeros saben del trastorno.

Jamás voy a olvidar su cara de absoluta felicidad tras los primeros entrenamientos (...) Le ha dado mucha seguridad

SilviaMadre d eun jugador con TEA
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El hecho de que chicos y chicas compitan juntos nos empodera como mujeres, porque pone en valor nuestras habilidades y refuerza nuestra autoestima 

Claudia Peña, 20 años

El rugby también destaca como referente en la integración de la diversidad de género. Los equipos son mixtos hasta los 16 años, algo llamativo en un deporte de contacto físico. “Es la joya de la corona”, sonríe Tomy García, responsable del área de inclusión de la UES. “Los equipos mixtos generan espacios donde el esfuerzo y la cooperación priman sobre las diferencias físicas y de género”, argumenta el técnico. “El hecho de que chicos y chicas compitan juntos nos empodera como mujeres, porque pone en valor nuestras habilidades y refuerza nuestra autoestima”, asegura Claudia Peña, de 20 años, formada en la sección de rugby del FC Barcelona y hoy jugadora profesional. “Si no hubiera tenido que buscar recursos para compensar mis carencias físicas frente a los chicos, no sería la jugadora que soy”, reconoce. Aunque solo el 11% de las licencias formativas - y el 20% del total - son femeninas, García cree que estos equipos mixtos “rompen estereotipos y fomentan una visión más equitativa de las capacidades de cada uno”.

“Son las propias jugadoras quienes se encargan de derribar cualquier prejuicio o estereotipo”, señala López. “Se colocan al mismo nivel que los chicos y demuestran que también destacan en un deporte que, históricamente, se ha considerado masculino”. Algo en lo que Peña coincide. “Aunque nunca me he encontrado con un ambiente excesivamente hostil, sí he tenido que luchar contra micromachismos y demostrar constantemente que las chicas podemos competir”, asegura la jugadora, quien actualmente milita en el Harlequins FC, uno de los equipos femeninos punteros de la primera división inglesa. “El reto es lograr que ambos sexos se sientan iguales, comprendan sus diferencias y las respeten”, afirma López.

El rugby me ha salvado un poco la vida.. Soy muy impulsivo, y los entrenamientos y partidos me ayudan a canalizar la energía y agresividad

Aarón(15)
Manel Mudarra

En el rugby los equipos son mixtos hasta los 16 años, algo llamativo en un deporte de contacto físico

Manel Mudarra

Los técnicos, en su mayoría exjugadores voluntarios, juegan un papel clave en la inclusión. “Se trata de atender las características individuales de cada uno y ponerlas al servicio del equipo”, apunta García, aunque reconoce que “no existe una receta mágica” para ello. “Hay que intentar transmitir dos grandes valores: respeto y humillad”, explica. “Respeto a todo y a todos: árbitros, rivales, compañeros, materiales e instalaciones. Y humildad para entender que, más allá de las habilidades y logros individuales, el trabajo colectivo siempre prevalece”.

Para López, la propia naturaleza del deporte favorece la integración, porque se requieren jugadores con distintas características y habilidades para cubrir las diferentes posiciones de juego. El técnico añade, además, que las formaciones de entrenadores a nivel federativo, que cada vez tienen más en cuenta la inclusión, ayudan a facilitar la tarea. “Desde la Federación procuramos armonizar las distintas perspectivas inclusivas de los clubes y proponer un marco de trabajo común”, explica David Deosdad, responsable de rugby inclusivo en la Real Federación Española de Rugby (RFER), que ofrece cursos a entrenadores cada temporada.

La visión de un deporte más integrador ha llevado a varios clubes a crear equipos inclusivos, donde jugadores con y sin discapacidad intelectual entrenan y compiten juntos. “Hay que superar la visión de películas como Campeones, donde todos los integrantes del equipo tienen discapacidad”, dice Michael Artiles, entrenador del Clan-Trust Rugby International (TRI) de Cullera, en Valencia, uno de los casi 50 equipos inclusivos que hay en España, y que cuentan con cerca de 500 licencias federativas. “El objetivo es que a través del deporte se generen vínculos y relaciones de amistad entre jugadores con discapacidad y voluntarios, del mismo modo que ocurre en cualquier otro equipo deportivo”. Para ello, esta modalidad, mucho más social, adapta algunas normas, con el fin de garantizar la seguridad de todos los participantes. “Se trata de permitir que cualquier persona pueda practicar rugby y enriquecerse con sus valores”, dice Ramon Salinas, presidente del Barcelona Universitari Club (BUC), entidad pionera en inclusión, con más de diez años de experiencia, y que cuenta incluso con una sección de rugby en silla de ruedas, que es un referente a nivel estatal.

“El éxito seria conseguir que todos los clubes tengan una sección de rugby inclusivo”, admite Deosdad. Sin embargo, tanto Artiles como Salinas coinciden en que, a pesar del crecimiento -en diciembre se celebró el primer Campeonato de España oficial de rugby inclusivo, organizado por el BUC en colaboración con la RFER-, todavía queda camino por recorrer. “Hacen falta recursos para sostener la base de voluntarios y crear espacios donde cualquier persona, sin importar su condición, pueda jugar al rugby”, concluyen ambos responsables.

En el rugby, como bien dice Rodrigo, “hay sitio para todos”, porque se trata de un deporte que tiene mucho que enseñarnos. Sólo hay que tener ganas de unirse a la melé, abrazarse al compañero y estar dispuesto a arrimar el hombro. Pero no para hacerse con el balón, sino para no dejar a nadie en fuera de juego.

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