Pedro Sánchez junto al primer ministro de la República Socialista de Vietnam, Pham Minh Chinh.

Pedro Sánchez junto al primer ministro de la República Socialista de Vietnam, Pham Minh Chinh. EFE

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Sánchez y Xi Jinping: lo que Zapatero ha unido, que no lo separe la sensatez

¿Por qué, en plena guerra arancelaria de Trump contra la UE, es el jefe de Gobierno del país con más déficit comercial con China quien va "a ver qué se puede hacer y qué no se puede hacer" en ese país?

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La reverberación del último bandazo en la guerra comercial de Donald Trump va a pillar a Pedro Sánchez en China departiendo con Xi Jinping.

Imagino el gozo del presidente del Gobierno de España ante el incremento exponencial de atención mediática global que va a suponer para su persona este momento, aún mayor si cabe de la que ya anticipaba tras encontrarse con que su viaje a Pekín organizado hace meses por Zapatero tendría lugar en medio de una sacudida sin precedentes del orden comercial mundial.

Y es que el presidente de Estados Unidos ha pausado los aranceles durante noventa días a los países kiss my ass (los que han contactado con él para negociar y no han tomado represalias), y se los ha elevado a China al 125%.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada este miércoles a Ho Chi Minh, donde continuará su visita oficial a la República Socialista de Vietnam.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada este miércoles a Ho Chi Minh, donde continuará su visita oficial a la República Socialista de Vietnam. EFE

Es el caos como forma de gobierno. La ruptura total del contrato social.

"Sin destrucción, no puede haber construcción", decía el Partido Comunista de China en 1974.

Sabemos que la acción de Trump es destrucción sin control: los mercados, la economía global, las alianzas, los principios democráticos, las instituciones humanitarias y científicas, el gobierno federal, el funcionariado… La construcción cuesta avistarla.

Pero situémonos en ese trío inédito, este triángulo isósceles que ha propiciado la baraka de Sánchez. España en China frente a Estados Unidos.

Washington es el mayor importador a nivel mundial. A pesar de su indiscutible supremacía en los factores tecnológicos clave que hoy por hoy impulsan la productividad mundial, el comercio exterior de Estados Unidos no es competitivo. Su enorme déficit comercial, que no ha parado de crecer, es un problema estructural: importan más que exportan por un valor de más de un billón de dólares, un 14% más que un año antes. Un 3% del PIB nada menos.

No hay arancel que arregle la pobre producción de manufacturas y su débil penetración en el exterior.

Y mucho menos en lo que a China se refiere.

Pekín ha basado su crecimiento económico en la exportación masiva de bienes. Es el mayor socio comercial de Washington, y, por tanto, con quien mantiene un mayor déficit comercial: unos 300.000 millones de dólares. El 16% de las exportaciones chinas van dirigidas a territorio estadounidense.

La política de Estados Unidos para contener a China se basaba en fortalecer sus alianzas en Asia, trasladar las cadenas de suministro a países más cercanos y mostrarse como un socio más fiable que Pekín.

Sin embargo, Trump ha decidido asfixiar las capacidades exportadoras chinas, su principal vector de crecimiento, con aranceles desorbitados que fuercen asimismo a otros países a reducir el comercio con Pekín.

Pero esa decisión no sólo está dinamitando el plan de las anteriores administraciones estadounidenses, sino que ha visibilizado la determinación de Xi Jinping de no achantarse, e incluso está desplegando una alfombra de facilidades y menor coste de una hipotética invasión china de Taiwán.

China temía una potente imposición de aranceles como principal represalia si ejecutaba este movimiento, pero el 104% actual que ya está sobre la mesa despeja el camino, sobre todo considerando las poco probables sanciones de otros países en el presente momento de terremoto arancelario, comercial y bursátil global.

¿Podría la crisis comercial y la dependencia de los semiconductores llevar a Pekín a invadir Taiwan para hacerse con esta tecnología?

¿Será la industria de los chips suficiente "montaña sagrada" o "escudo de silicio" para proteger a Taiwan y evitar un desastre económico mundial en caso de guerra?

Vayamos a España, el tercer vértice de este triángulo.

En apenas veinte años, el déficit comercial de nuestro país con China se ha multiplicado por cinco. Les compramos 37.000 millones de euros más de lo que les vendemos. Casi la totalidad del déficit comercial de España.

Nuestro presidente del Gobierno, por mucho que se desgañite la Moncloa, no ha ido a China como enviado de la Unión Europea. No es ni representante bendecido ni sherpa en misión oficial. No existe encomienda ni beneplácito de la Comisión Europea para actuar en nombre de Bruselas.

¿Por qué, en plena guerra arancelaria de Trump contra la UE, iba a ser precisamente el jefe de Gobierno del país con más déficit comercial con China quien fuera "a ver qué se puede hacer y qué no se puede hacer" en lugar de la propia Ursula von der Leyen o incluso Antonio Costa?

En realidad, se trata de la tercera visita de Sánchez a China en sólo tres años. No hay duda de lo rentable que le va a ser este viaje en términos de rédito de liderazgo europeo para su futuro cercano, sea cual sea este.

Pero me caben muchas dudas acerca de cuán contraproducente puede ser en lo que a la relación con Estados Unidos y la OTAN se refiere. No sólo por la inconsistencia y falta de fiabilidad del gobierno de Sánchez respecto del exigido incremento de gasto militar, sino por la advertencia directa a España del ejecutivo de Trump a través de su secretario del Tesoro, que ha calificado de estrategia suicida cualquier intento de alinearse con China en el actual contexto de tensiones comerciales.

El diseño y ejecución de este viaje de Pedro Sánchez, como los anteriores, están firmados por José Luis Rodríguez Zapatero. Si a estas alturas alguno de ustedes dudaba del carácter neto de lobista y agente comercial que define al expresidente Zapatero, imagino que en estos días se le habrán caído todos los velos.

¡Hasta lo ha contado ya en un libro!

Un guía de política internacional o catálogo de ventas donde se yergue el gigante asiático como protagonista de sus empeños. Defiende, elogia y enjuaga la dictadura china sin rebozo. Atrás o a un lado quedaron Maduro y Venezuela y el grupo de Puebla.

Por mucho que el autodenominado peacemaker Zapatero proponga transmutar Europa en un gran mediador dialogante, transaccional, entre Estados Unidos y China, ha organizado este tercer viaje enmascarado de misión europea para una clara finalidad de facilitación de inversiones chinas en España que, no me cabe ninguna duda, serán de gran interés para él.

Pues no hay blanqueador más activo ni ambicioso que el facilitador de Carles Puigdemont.