Una «Zaide» inteligente y cautivadora en La Coruña
«Zaide», de W. A. Mozart. Libreto de J. A. Schachtner. C. Forte. R. Blake, J. M. Ramón, J. Ovenden y F. Gallar. Sinfónica y Coro de Galicia. Dirección de escena: S. Palés. Dirección musical: Rinaldo Alessandrini. Teatro Rosalía de Castro de La Coruña. 15 y 17 de junio.
No impide el aplauso de la recuperación del «deutsches singspiel» de Wolfgang Amadeus Mozart «Zaide», K 334/336 B, en producción original del propio Festival coruñés. el hecho de que se trate de una obra inconclusa. El libreto es de inconcreción máxima, como tampoco resulta de coherencia continua el trabajo de puesta en música, si emprendido con mucha ilusión por Mozart en 1780, dejado a un lado enseguida por «Idomeneo» y abandonado un año después definitivamente por el otro y decisivo empeño «turco»: «El rapto en el serrallo». Pese a todo, a lo largo de los catorce números en los que, divididos en dos actos, se articula la narración, nos hallamos con algunas arias y concertantes anticipatorios del mejor Mozart.
Pero no radican ahí las razones que con más fuerza convencen de este acierto programador. Radican en el simple dato de que con «Zaide» se ponen en pie de escena los dos únicos «melólogos» importantes que nos legó el salzburgués. Él, tan profundamente identificado con ese género que, manteniendo una fórmula tan deudora del «recitativo» como la declamación con acompañamiento musical, multiplica por muchos enteros su fuerza expresiva.
Y voy a referirme a las respectivas excelentes prestaciones que los tenores Rcokwell Blake («Gomatz») y Jermy Ovenden («Solimán») brindaron en tales compromisos del comienzo de cada acto, para ponerlas a la cabeza de una versión musical que también mereció en su conjunto semejante calificativo. Fue Rinaldo Alessandrini un conductor que supo aunar en el discurso lógica y encanto, subrayar con valentía idiosincrasias, matizar intenciones y dejar adivinar el contenido de los silencios. A sus órdenes, la magnífica Orquesta Sinfónica de Galicia fue una acompañante versátil y de lujo, como lo fueron el resto de las voces protagonistas: la soprano Cinzia Forte, en una convincente «Zaide», y los barítonos Josep Miquel Ramón, en un redondo «Allazim» calurosamente premiado, con un más que cumplidor Federico Gallar en el breve papel de «Osmin».
Un sobresaliente conjunto al equipo que, encabezado por la muy inteligente concepción rectora de Santiago Palés en lo escénico, fue completado con una escenografía de Carmen Castañón, un vestuario de Gabriela Salaverri y unas luces de José Luis Rodríguez tan penetradas de lo intangible y de lo inconcreto como la idea de Palés, debe premiar una gran propuesta de arte escénico.
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