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Día Mundial del Circo: la ciudad circense que desapareció de España sin dejar rastro

Adrián Roque

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En plena España franquista, cuando la censura y el autoritarismo marcaban el pulso del país, surgió en Ourense una utopía que desafiaba las normas establecidas. O, al menos, eso pretendieron hacernos creer.

Corría el año 1956 cuando carismático jesuita Padre Jesús Silva creó la Ciudad de los Muchachos de Benposta. Un hombre afable -a ojos de las cámaras y el público-, con un propósito noble: un proyecto que combinaba la acogida de jóvenes desfavorecidos y su formación a través del arte y el trabajo colectivo. Todo una tapadera.

El eje de todo: El Circo de los Muchachos, una compañía internacional formada por chicos que vivían en aquella comunidad del Padre Jesús Silva y que acabaron actuando en escenarios tan icónicos como el Madison Square Garden o el Grand Palais de París.

Lo que empezó siendo un pequeño refugio para niños sin recursos, se convirtió en un fenómeno social, educativo y artístico que alcanzó fama mundial.

Los chicos no solo aprendían acrobacias, malabares o equilibrios: se formaban en oficios, debatían sobre política en asambleas y compartían una vida en comunidad donde todos tenían voz y voto, independientemente de su edad.

Un circo que dio la vuelta al mundo

El Circo de los Muchachos fue la cara más visible del proyecto de Benposta. Una troupe de jóvenes artistas, muchos de ellos de orígenes humildes, que viajaban por el mundo como embajadores de su comunidad.

De la Isla de Pascua al Cristo del Corcovado, de Machu Picchu a París, estos chicos se presentaban con sus pirámides humanas y sus números de circo ante presidentes, diplomáticos y públicos de todos los continentes.

Además, el propio Padre Silva, obsesionado con el registro visual, acumuló más de 2.000 horas de material audiovisual, incluyendo películas inéditas de sus giras, que hoy se consideran un tesoro documental.

En su visión, el circo era tanto espectáculo como herramienta educativa, política y espiritual. Las imágenes de los arlequines encaramados unos sobre otros se convirtieron en metáfora de una sociedad donde los fuertes sostenían a los más débiles.

El principio del fin: decadencia, enfrentamientos y abandono

Con la llegada de la democracia y la transformación de las estructuras de protección social, Benposta fue perdiendo relevancia. Los mecanismos públicos empezaron a suplir el papel que antes desempeñaban estos espacios alternativos, y el proyecto no logró adaptarse al nuevo contexto.

Tampoco ayudaron los conflictos internos: muchos de los “muchachos” formados en el espíritu crítico acabaron enfrentándose al sistema cerrado que mantenía el padre Silva, sin vías claras para su emancipación dentro de la comunidad.

La tensión con Fraga, entonces presidente de la Xunta, por unos terrenos en disputa y la negativa del cura a permitir su urbanización, marcó también el declive institucional del proyecto. Todo ello, sumado a una gestión muy personalista, desembocó en una guerra interna y en el progresivo abandono de la ciudad.

Hoy, los terrenos de Benposta están casi en ruinas, habitados únicamente por una treintena de antiguos residentes.

La Asociación Padre Silva intenta mantener viva la memoria del lugar, mientras en países como Colombia o Leganés, herederos del proyecto continúan activos, adaptados a los tiempos y convertidos en centros de acogida para jóvenes en situación de vulnerabilidad.

La última utopía de la España del siglo XX

El documental El Circo de los Muchachos, disponible en plataformas como Amazon Prime Video, recupera esta historia olvidada: una ciudad sin policías ni jueces donde los niños decidían su propio destino, una carpa que brilló en los mejores escenarios internacionales, y un cura visionario que, con contradicciones y excesos, imaginó un mundo más justo desde el corazón de Galicia.

Benposta fue una rareza luminosa en una época oscura. Y aunque su final se tiñera de silencio, su legado sigue siendo un recordatorio de que incluso en los márgenes de la historia puede brotar una revolución

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